Poemas

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?-Lope de Vega


¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el Ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!


Soneto de la dulce queja-Federico García Lorca


Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua, y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.



5 sustantivos concretos: puerta, plantas, ventana/tesoro, cruz

5 adjetivos: cubierto, frío, puras/solitaria, mojado

5 verbos de acción: abrí, secó, decía, abriremos, responder.  

3 adverbios: noche, mismo, mañana.

3 monosílabos: y, le, el.

3 palabras esdrújulas: cuánto, ángel, cuántas.

2 preguntas: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? y “¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta cubierto de rocío pasas las noches del invierno escuras?” 

2 títulos: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?” de Lope de Vega/Soneto de la dulce queja de Federico García Lorca

2 versos que les llamen la atención: “¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras”/”verás con cuánto amor llamar porfía»!”


1 poema que les guste y disguste:


Eternidad-William Blake


Quien a sí encadenare una alegría
malogrará la vida alada.
Pero quien la alegría besare en su aleteo
vive en el alba de la eternidad


Octubre-Juan Ramón Jiménez


Estaba echado yo en la tierra, enfrente
el infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.

Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente

Pensé en arrancarme el corazón y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
el ancho surco del terruño tierno,
a ver si con partirlo y con sembrarlo,

la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.


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